Las novedosas opiniones populares y los nuevos descubrimientos científicos cambiaron radicalmente la imagen de los dinosaurios.
Nuestro conocimiento de los dinosaurios es como un collage de una cantidad enorme de piezas en incesante cambio que engloban un intérvalo de tiempo de sobra de 150 años. La investigación siempre y en todo momento se efectúa en el contexto de la filosofía y los prejuicios de la sociedad de la temporada, y el estudio de los dinosaurios no es una salvedad.
En el momento en que los estudiosos comenzaron a interesarse por los dinosaurios hace mucho más de 150 años, su conocimiento de todo el mundo y del rincón que ocupaban los humanos era muy distinta del que conocemos el día de hoy.
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Imágenes del pasado
Los primeros estudios sobre fósiles de dinosaurios datan de principios del siglo XIX, bastante antes que se publicara la teoría de la evolución de Darwin en 1859. El paleontólogo Richard Owen, que acuñó la palabra «dinosaurio», no creía precisamente en esta teoría. Aun tras la publicación de El origen de las especies, prosiguió siendo un feroz opositor al evolucionismo.
Aun se opuso a la iniciativa «progresista», que se generalizó en la temporada victoriana, de la progresión en el tiempo de maneras de vida sencillos a mucho más complicadas. Creía que los dinosaurios eran solo una manera mucho más avanzada de los réptiles que vivían en esa temporada. En el momento en que elaboró estas ideas, en torno a 1840, la única prueba que tenía eran ciertos huesos y extractos de esqueleto. Absolutamente nadie había descubierto aún un fósil terminado y escasos dinosaurios habían sido nombrados.
Desde mis pocas pruebas, Owen llegó a la conclusión de que todos y cada uno de los dinosaurios eran enormes cuadrúpedos que recordaban un tanto a los rinocerontes de la temporada. No podía imaginar la presencia de los pequeños dinosaurios de patas veloces, Struthiomimus, o el Archaeopteryx, semejante a un pájaro, al que los evolucionistas se refirieron después como el perfecto ejemplo del «eslabón perdido» de Darwin. En el momento en que Owen estudió un Archaeopteryx poco tras su hallazgo en 1860, declaró que era un ave, no un dinosaurio.
Monstruos pausados
Las ideas victorianas sobre la progresión en el tiempo llevaron a varios científicos del siglo XIX a opinar que los dinosaurios eran un ensayo fallido y que habían sido reemplazados, como sugería el registro fósil, por animales considerablemente más «avanzados»: los mamíferos.
Pero los descubrimientos siguientes y el creciente grupo de pruebas de investigación probarían que el estereotipo del dinosaurio letárgico y monstruoso era simplista y también inexacto. El día de hoy entendemos que los dinosaurios fueron criaturas complicadas y únicas que consiguieron controlar la Tierra a lo largo de mucho más de 150 millones de años.
El vínculo entre los dinosaurios y las aves
La demostración de que las aves descienden de los dinosaurios es para muchos biólogos el mayor avance de la paleontología. Fue el anatomista inglés T.H. Huxley quien observó por vez primera este similar, hacia 1860, y para él, el hallazgo del Archaeopteryx, mitad pájaro, mitad dinosaurio, sería la prueba mucho más clara del vínculo entre dinosaurios y aves.
Pero a inicios del siglo XX, esta iniciativa por el momento no se encontraba en rema. No fue hasta 1969 en el momento en que John Ostrom describió al Deinonychus con varios aspectos de ave.
Desde ese momento se descubrieron múltiples «dinosaurios aviares», más que nada en China, y la teoría de que las aves son «dinosaurios vivientes» es en este momento extensamente admitida. La imagen de los dinosaurios debía transformarse. Las reconstrucciones recientes acostumbran a mostrarlos como animales de sangre ardiente, con plumas y activos, de la misma sus descendientes.
Investigación de hoy
Conforme broten mucho más pruebas, las novedosas representaciones de los dinosaurios desafiarán nuestra visión de hoy de ellos.
Todavía nos queda bastante por estudiar, como revela el presente enfrentamiento entre los científicos sobre si los dinosaurios eran de sangre ardiente o fría, y el misterio sin solucionar de su extinción. El hallazgo de un solo ejemplar inédito puede mudar radicalmente nuestras teorías sobre los dinosaurios.
Tiene la posibilidad de tener una característica anatómica jamás vista en ninguna familia de dinosaurios, revelando la presencia de una exclusiva clase en un género ahora popular o un espécimen absolutamente irreconocible.
Absolutamente nadie puede decir que se dijo todo sobre tal o como clase de dinosaurio. A fines del siglo XXI, muchas de nuestras ideas sobre los dinosaurios parecerán probablemente tan extrañas y anticuadas como las expuestas por los científicos y apasionados del siglo previo.